LA FLOR MÁS GRANDE DEL MUNDO de José Saramago y Emilio Aragón. Los escritores no mueren, simplemente un día dejan de escribir. Matar las palabras es muy dificil. Podremos seguir leyendo sus historias y sintiendo las emociones que nos quisieron comunicar. Salvo que decidamos olvidarlas, pero entonces los que moriremos un poco seremos nosotros.
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