La imposible posición de la izquierda en España discursos contra el cambio climático y a la vez a favor del carbón

Una parte del parque de minerales de Aboño -Puerto de Gijón - El Musel quizás el mayor de España. -Foto AsturiasVerde-

Artículo de opinión de David Hammerstein

El "extraño ecologismo" de la izquierda
Estoy perplejo ante tanta contradicción e hiprocresia practicada por gran parte de la izquierda ante el problema del Cambio Climático y el carbón. Hablan mucho del "nuevo modelo económico sostenible" y dicen abrazar las ideas ecologistas de Al Gore, pero a la hora de la verdad, en la política concreta se pliegan a clientelismos y a neocaciquismos ambientales que hacen la defensa de unos estrechos y particulares intereses localistas: los de tres o cuatro empresarios mineros y los de unos centenares de sindicalistas antediluvianos.
El mismo Gobierno Español que ahora reivindica una "Economía Sostenible" y afirma estar en primera línea en la lucha contra el Cambio Climático, mediante un Real Decreto quiere imponer la extracción y quema obligatoria del carbón español en respuesta a su crónica falta de rentabilidad económica. El carbón español es tan contaminante, tan caro y de tan poca calidad que se utiliza cada menos en el mix eléctrico.
También la muy "verde" Izquierda Unida ahora resulta que está en primera línea de combate, y lucha a brazo partido por la energía del carbón bajo el eufemismo del empleo en las cuencas mineras. Esta desgastada izquierda comunista en realidad hace una defensa del apuntalamiento del decadente sector empresarial del carbón mediante el mantenimiento y la extensión de las inmensas ayudas públicas del Estado para empresarios mineros: piden miles de millones de euros para el carbón nacional hasta el 2018, violando con ello las actuales directrices europeas.
A pesar de que actualmente la legalidad y el Reglamento aprobado por la Unión Europea exige que termine el proteccionismo del Estado Español en el año 2010, curiosamente también el sindicato de Comisiones Obreras (CC.OO) que afirma públicamente estar en lucha contra el Cambio Climático con su Departamento de Medio Ambiente a la cabeza, ahora resulta que se despacha públicamente con declaraciones en las que sus dirigentes aplauden enérgicamente todas las subvenciones anunciadas por el Gobierno Español, es decir, las que fomentan la producción y quema del carbón. Ahora parece que olvidan sus habituales proclamas contra el Cambio Climático y defienden sin ninguna vergüenza pública el aumento de la energía fósil del carbón con todo tipo de falsedades ideológicas en los análisis y en los datos. Con ello también publicitan su peligrosa indiferencia ambiental al externalizar de sus análisis los efectos colaterales de la economía del carbón que tanto reclaman: el aumento de las emisiones de CO2 contaminantes a la atmósfera, las que suponen un 20% del conjunto de emisiones contaminantes generadas por el "mix eléctrico" en su conjunto.
También el sindicato de la UGT compite con el de CC.OO en la dantesca carrera para llegar a ser el campeón en la extracción de este negro y sucio mineral. Este sindicalismo tan masculino olvida olímpicamente sus compromisos con el futuro del planeta, y por una puñado de empleos en las cuencas mineras está dispuesto a tirar por la ventana los valiosos bienes ambientales comunes del planeta.
Esta alianza sindical por el carbón al mismo tiempo juega al despiste, ya que nos dicen que ellos también se suben al carro de la sostenibilidad, y así, desde el metafísico reino de las palabras estas fuerzas sindicales juegan a la confusión social y cantan al unísono la melodía en defensa del planeta: afirman estar a favor de un "acuerdo ambicioso y vinculante" en la próxima Cumbre internacional de Copenhague contra el Cambio Climático. Pero la roca dura de la realidad y de los hechos prácticos les delata: ninguno de ellos quiere asumir las responsabilidades y los deberes ambientales en relación al carbón, en la propia casa y en el ahora.
También resulta muy llamativo el inquietante silencio o la débil oposición al carbón practicada "solo con la boca pequeña y en muy pequeño comité" por parte de algunos grupos ecologistas más conocidos. Grupos ecologistas de gran implantación en el suelo español (Greenpeace es una magnífica y ejemplar excepción a esta inacción y pasividad) no están simpre actuando como actores sociales ambientalmente comprometidos contra el carbón. Sus sonoras campañas públicas y su necesaria presión política brillan por su ausencia cuando se trata de las subvenciones públicas al carbón español.
Parece ser que para algunos ecologistas no es "políticamente correcto" el apartarse de las posiciones de la izquierda tradicional y de los sindicatos, y prefieren no romper filas con esta vieja izquierda productivista y con ello optan por no opinar públicamente y por no dar prioridad alguna a la lucha y presión política del día a día contra el carbón, y a pesar de que son buenos conocedores de la capacidad destructiva de las centrales térmicas y de las minas a cielo abierto que causan la muerte y contaminación de ecosistemas locales y del clima global. Al estar algunos de sus líderes y portavoces demasiado identificados con las posiciones y discursos de los partidos de la izquierda también suelen tener obstáculos ideológicos para el adecuado análisis y la buena reflexividad ambiental. Parece que les resulta muy difícil el aceptar las características singulares que se dan en este concreto caso histórico de las subvenciones al carbón en España.
El problema central y la causa impulsora de la destrucción ambiental con el carbón no está directamente en el libre mercado globalizado, ni en las actuales políticas neoliberales, ni en las empresas multinacionales, ni en los acuerdos internacionales del libre comercio, sino que las raíces y causas determinantes de este específico problema de destrucción sociombiental están en la política económica intervencionista y proteccionista del Estado Español, empeñada como está en mantener e impulsar las economías y los cuantiosos negocios empresariales: de las minas de interior y de cielo abierto, de la quema del carbón en las centrales térmicas, y de la electricidad del carbón con gigantescos beneficios para las empresas eléctricas que reciben primas para comprar la cara electricidad que viene de las térmicas de carbón. Es decir, todo un endemoniado ciclo del carbón (del subsuelo a la atmósfera) que se alimenta y mantiene artificialmente con las políticas económicas de un irresponsable Estado intervencionista y protector de estos deprimidos sectores productivos tan contaminantes como privilegiados. Aquí el mercado no es totalmente el problema, sino que puede que sea parte de la solución para acabar con este mortecino desarrollo industrial nacional impulsado y mantenido por las mismas instituciones públicas del Estado.
Si damos por buenas las viejas explicaciones heredadas sobre los problemas, sin querer podemos dar vida a ideas zombis que son impotentes y ciegas a la hora de comprender y captar las prioridades y retos ambientales del momento presente. Esta estrategia de repetición de viejos esquemas analíticos ante realidades radicalmente nuevas y muy complejas en sus múltiples niveles en interacción tiene a la vez unos desaconsejables efectos colaterales: la ceguera y el inmovilismo autocomplaciente. Quizás, detrás del culpar unidirecionalmente a las multinacionales, a los EE.UU, a la globalizacion capitalista, puede que solo haya un repetido error de comprensión y análisis, y no una premeditada opción política, normativa y moral, al menos yo quiero pensar esto.
Algo parece estar claro con las subvenciones al carbón nacional: si no hay ayudas estatales, aquí y en toda Europa, de seguro que se quemará menos carbón, y con ello, aunque sea como consecuencia no buscada, al menos se mejorará y saldrá ganando la vida global y local del planeta. Los cambios de mejora ambiental no pueden esperar, aunque sean avances parciales e insuficientes y aunque no se consigan al mismo tiempo todas las metas de emancipación social y cambio económico.
David Hammerstein
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